«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


29 de agosto de 2013

LA FAMILIA, "HOGAR" PARA EL HOMBRE

Uno de los amargos frutos de la cultura individualista es la soledad de las personas. El hombre vive solo, es decir, sin familia y sin hogar. A veces, como fruto de diversas violencias (guerras, persecuciones…), otras porque no ha encontrado o no ha sido capaz de “construir sólidamente su casa” (cf. Mt 7,27), de hacerse un “hogar”.
En nuestra sociedad, estas personas solas y necesitadas no sólo piden alimento, vestido y compañía… buscan un hogar donde puedan “sentirse en casa”. Esto no puede hacerlo ninguna institución: sólo la familia, pues sólo en el hogar familiar uno se puede “sentir en casa”.
La solicitud por cada persona comienza en la propia familia, donde la persona es acogida y amada. «La familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el cuidado y la atención de los jóvenes y ancianos, de los enfermos o disminuidos, y de los pobres» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2208). Por eso, la construcción de la persona y de las relaciones sociales comienza en la familia. Juan Pablo II hizo un llamamiento a las familias para que vivan esta hospitalidad: «Hay que destacar la importancia cada vez mayor que en nuestra sociedad asume la hospitalidad, en todas sus formas, desde el abrir la puerta de la propia casa, y más aún la del propio corazón, a las peticiones de los hermanos, al compromiso concreto de asegurar a cada familia su casa, como ambiente natural que la conserva y la hace crecer. Sobre todo, la familia cristiana está llamada a escuchar el consejo del Apóstol: “Sed solícitos en la hospitalidad”, y por consiguiente en practicar la acogida del hermano necesitado, imitando el ejemplo y compartiendo la caridad de Cristo: “El que diere de beber a uno de estos pequeños sólo un vaso de agua fresca porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa”» (FC 44).
Ante la dimensión mundial que hoy caracteriza a los diversos problemas sociales, la familia ve que se dilata su cometido al servicio de la entera sociedad humana; se trata de cooperar también a establecer un nuevo orden internacional, porque sólo con la solidaridad mundial se pueden afrontar y resolver los enormes y dramáticos problemas de la justicia en el mundo, de la libertad de los pueblos y de la paz de la humanidad.
Esto será posible si los poderes públicos cumplen con su obligación de «respetar, proteger y favorecer la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, la moral pública, los derechos de los padres, y el bienestar doméstico» (CCCE 458). Por eso la función social de las familias está llamada a manifestarse también en la forma de intervención política, es decir, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia.
En particular, se pide a la comunidad política que garantice a las familias: «la libertad de fundar un hogar, de tener hijos y de educarlos de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas; la protección de la estabilidad del vínculo conyugal y de la institución familiar; la libertad de profesar su fe, transmitirla, educar a sus hijos en ella, con los medios y las instituciones necesarios; el derecho a la propiedad privada, la libertad de iniciativa, de tener un trabajo, una vivienda, el derecho a emigrar; conforme a las instituciones del país, el derecho a la atención médica, a la asistencia de las personas de edad, a los subsidios familiares; la protección de la seguridad y la higiene, especialmente por lo que se refiere a peligros como la droga, la pornografía, el alcoholismo, etc.; la libertad para formar asociaciones con otras familias y de estar así representadas ante las autoridades civiles» (CCE 2211; cf. FC 46).
Cada sociedad ofrece unos ámbitos de participación de la familia en la vida política: los partidos políticos, las asociaciones y plataformas familiares... Las familias deben crecer en la conciencia de ser “protagonistas” de la política familiar, y asumir la responsabilidad de transformar la sociedad «Se ha de reforzar el asociacionismo familiar: Las familias tienen el derecho de formar asociaciones con otras familias e instituciones, con el fin de cumplir la tarea familiar de manera apropiada y eficaz, así como defender los derechos, fomentar el bien y representar los intereses de la familia. En el orden económico, social, jurídico y cultural, las familias y las asociaciones familiares deben ver reconocido su propio papel en la planificación y el desarrollo de programas que afectan a la vida familiar» (CDSI 247). De otro modo, las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia. Ciertamente, no todas las familias están llamadas a estar directamente presentes en este ámbito, pero sí a apoyar activamente las iniciativas propuestas en bien de la familia y de la sociedad. Otras familias están llamadas a esta promoción comprometida de las políticas familiares, con un gran esfuerzo para compatibilizar su actividad pública con el sostenimiento y atención a la propia familia.

Para ellos es muy deseable una profunda formación no sólo en el ámbito político, sino también de la rica realidad de la familia desde una perspectiva antropológica adecuada (Cf. DPF 242). Así se podrán promover eficazmente unas políticas familiares adecuadas (Cf. FSV 137), que tienen como fruto deseable un rostro más familiar –y por tanto más humano y solidario– de la sociedad.

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