«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


13 de septiembre de 2013

CONTEMPLAR HUMANIDAD SUFRIENTE DE JESÚS PARA VIVIR EL PERDÓN

En su homilía diaria en Santa Marta hoy 12 de septiembre, el Papa Francisco ha dicho que “La humanidad sufriente” de Jesús y la “dulzura” de María. Son los dos “polos” a los que debe mirar el cristiano para conseguir vivir lo que pide el Evangelio.
El Evangelio es exigente, pide “cosas fuertes” a un cristiano: capacidad de perdonar, magnanimidad, amor por los enemigos… Hay sólo un modo para conseguir llevarlos a la práctica: “contemplar la Pasión, la humanidad de Jesús” e imitar el comportamiento de su Madre. A la Virgen, de quien la Iglesia celebra hoy su “santo Nombre”,  el Papa Francisco le dedicó su primer pensamiento en la homilía. En una época a la fiesta de hoy se le llamaba “el dulce nombre de María”, después la definición cambió, “pero en la oración-observó- ha permanecido esta dulzura de su nombre”
“Necesitamos esta dulzura hoy, de la Virgen, para entender estas cosas que Jesús nos pide ¿no? Porque es una lista de cosas muy difíciles de vivir. Amad a los enemigos, haced el bien, prestad sin esperar nada a cambio… A quien te pega una bofetada ofrécele también la otra, a quien te quita la capa dale también la túnica… Pero, son cosas fuertes, ¿no? Pero todo esto, a su modo, también fue vivido por la Virgen: es la gracia de la humildad, la gracia de la mansedumbre”.
También San Pablo en su Carta a los Colosenses de la liturgia de hoy, invita a los cristianos a revestirse de “sentimientos de ternura, de bondad, de humildad, de mansedumbre”, de paciencia y de perdón recíproco. Y aquí, comentó el Papa Francisco, viene enseguida nuestra pregunta: “¿cómo puedo hacer esto? ¿Cómo me preparo para hacer esto? ¿Qué debo estudiar para hacer esto?” La respuesta, afirmó el Papa, “está clara”: “Nosotros con nuestro esfuerzo, no podemos hacerlo. No podemos hacer esto. Solo una gracia puede hacerlo en nosotros”. Y esta gracia, añadió, pasa por un camino concreto:
“Pensar en Jesús solo. Si nuestro corazón y nuestra mente está con Jesús, el triunfador, el que ha vencido a la muerte, el pecado, el demonio, todo, podemos hacer esto que nos pide Jesús y nos pide el apóstol Pablo: la mansedumbre, la humildad, la bondad, la ternura, la paciencia, la magnanimidad. Si no miramos a Jesús, y si no estamos con Él no podemos hacer esto. Es una gracia: una gracia que viene de la contemplación de Jesús”.
En especial, prosiguió el Papa Francisco, hay un aspecto particular de la vida de Jesús al que debe dirigirse la contemplación del cristiano: su Pasión, su “humanidad sufriente”. Y así –repitió con insistencia. Desde la contemplación de Jesús, de nuestra vida escondida con Jesús en Dios, podemos llevar adelante estas actitudes, estas virtudes que el Señor nos pide. No hay otro camino”.
“Pensad en su silencio manso: Este será tu esfuerzo. Él hará el resto. Él hará todo lo que falta. Pero debes hacer esto: esconder tu vida en Dios con cristo. Esto se hace con la contemplación de la humanidad de Jesús de la humanidad sufriente. No hay otro camino, es el único. Para ser buenos cristianos, contemplad la humanidad de Jesús y su humanidad sufriente. Para dar este testimonio, para dar testimonio, esto. Para perdonar, contempla a Jesús sufriente. Para no odiar al prójimo, contempla a Jesús sufriente. Para no murmurar contra el prójimo, contempla a Jesús sufriente. El único. Esconde tu vida con Cristo en Dios: este es el consejo que nos da el Apóstol. Es el consejo para ser humildes, mansos y buenos, magnánimos, tiernos”.
Fuente: RadioVaticana

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