«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


16 de octubre de 2013

LAS SINRAZONES DEL ABORTO III

Vanos intentos de justificación

“Desde hace años, todos los días vivo angustiado pensando que,
de forma fría y sistemática, en mi país miles de niños mueren abortados”.
Julián Marías

Los partidarios del aborto no quieren ser tachados de arbitrarios y se esfuerzan por mostrar que la despenalización de las prácticas abortivas está basada en diversas razones. Un análisis mínimamente riguroso de las mismas advierte que no están a la altura de la gravedad del tema tratado. No responden a un estudio serio de la realidad, sino a un afán estratégico de presentar como “razonable” un procedimiento violento que suprime de raíz una vida humana en desarrollo.

Los seres humanos solemos buscar con afán una justificación racional a todo cuanto hacemos, por injustificable que parezca en principio, a fin de no sentirnos demasiado envilecidos a nuestros propios ojos. Es comprensible esta tendencia, pero, cuando se trata de cuestiones muy graves, no tenemos derecho a permitirnos forma alguna de consuelo que no vaya avalado por un criterio realista. Es la realidad, en definitiva, quien nos da o nos quita la razón.
Actualmente disponemos de medios suficientes para llevar a cabo un estudio realista de lo que significa el aborto, con independencia de toda ideología partidista.

Ø  La Biología determina con precisión cuándo empieza el proceso de la vida humana, proceso que sin ruptura cualitativa lleva a la plenitud de la vida personal.

Ø  La Metodología Filosófica nos enseña a descubrir los recursos que suelen movilizarse para manipular la opinión pública. Entre tales recursos estratégicos figura actualmente el “planteamiento sentimental”. No se plantea el tema del aborto en toda su envergadura y de modo radical. Se intenta conmover la fibra sentimental de las gentes, subrayando el carácter penoso que reviste el embarazo en ciertas condiciones. Se ocultan cuidadosamente los diversos modos posibles de resolver estas situaciones conflictivas, y se sugiere la conveniencia de recurrir a la salida más drástica y contundente –el aborto-, sin prestar atención a las secuelas de diverso orden que puede sufrir la persona a quien presuntamente se quiere ayudar.

Ø  La Antropología Filosófica descalifica ciertas afirmaciones que están en la base de las “argumentaciones” proabortistas. Afirmar, por ejemplo, que “la mujer tiene un cuerpo y puede decidir arbitrariamente los procesos que en el mismo tienen lugar” es situarse fuera de la realidad, porque el ser humano no tiene cuerpo; es corpóreo. Por fortuna, nuestro cuerpo no es un objeto que pueda ser poseído. Ya el protagonista de la famosa Historia de un caballo, de León Tolstoi, subrayaba con razón que los hombres se dejan llevar de su tendencia posesiva y reducen a meros objetos realidades que están muy por encima del nivel objetivista. Al decir “tengo mujer, tengo hijos, tengo cuerpo”, en el mismo plano en que se afirma “tengo dinero, tengo casa, tengo coche...”, el lenguaje nos traiciona y nos delata.

A la luz de la Antropología, la Metodología y la Biología, las razones que se están haciendo valer a favor del aborto a través de los sutiles medios de que dispone la propaganda son del todo insuficientes. Podría mostrarse fácilmente en pormenor. Pero lo verdaderamente grave es el hecho de que se busquen razones para justificar la anulación de vidas humanas.
Tras cometer mil errores y atropellos, la humanidad había llegado en nuestra época a una situación de cierta madurez, en la cual se optaba por la vida aunque parecieran existir razones en contra de la misma. Así, en la mayoría de los países se ha abolido la pena de muerte y se intenta recuperar a los asesinos para la vida de sociedad. Ahora, en cambio, ciertos grupos se enfrentan a esta línea de progreso humanístico y se lanzan a una búsqueda frenética de razones en contra de la vida naciente.

Un somero examen de este fenómeno descubre en él una extrema peligrosidad, pues todos los genocidios se han realizado siempre en virtud de ciertas razones que se suponía poderosas. Recuérdese cómo, en la película Holocausto, uno de los responsables directos del sacrificio masivo de millones de personas confesaba haber actuado con el convencimiento de hacer un bien a la Humanidad. De hecho, tras las actitudes y actuaciones del nacionalsocialismo se hallaba latente y operante cierta corriente filosófica, suministradora sin duda de toda clase de “razones”. La historia alberga un catálogo tan amplio como siniestro de razones para matar. A la altura histórica en que nos hallamos hoy, debiera ser impensable que alguien siguiera haciendo depender la vida humana de determinadas “razones”, pues ello constituye un regreso a estadios primitivos.

Para ponerse a salvo, algunos promotores del movimiento abortista se están apresurando a declarar que no son partidarios de este tipo de remedios drásticos, pero se ven obligados por ciertas razones poderosas. Frente a esta astucia, debe subrayarse con toda energía que el mero buscar o aceptar razones es ya una renuncia injustificable a un logro de la humanidad que debiera ser definitivo y, por tanto, intocable: el respeto incondicional a la vida humana. Es demasiado peligroso este camino de la autojustificación para iniciarlo precisamente “por razones humanitarias”, como a veces se dice sarcásticamente.

Antes del recurso al aborto, existen muchas formas de resolver los problemas que pueda suscitar el advenimiento de una nueva vida. No aludir a ellas sólo puede responder a una falta total de imaginación creativa o al afán autoritario de imponer las medidas abortistas como única salida. Pero querer resolver tales problemas mediante el sacrificio de un inocente es un procedimiento primitivo, falto de calidad humana.

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