«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


9 de julio de 2014

SÍNODO DE LA FAMILIA

No se discutirá de doctrina, sino de pastoral
En la presentación del Documento de trabajo del Sínodo, el obispo y teólogo italiano Bruno Forte, Secretario Especial de esa próxima Asamblea, aclaró que «no está en discusión la doctrina de la Iglesia, confirmada en numerosas ocasiones en los últimos años por las diferentes intervenciones del magisterio pontificio». La reflexión del Sínodo, explicó, versará «sobre la manera de proponer la doctrina, de acompañar su acogida y la práctica, de mostrar de manera clara las potencialidades humanizantes ante su desconocimiento o incomprensión».
El prelado aclaró que el Sínodo subrayará, además, cómo la actitud de la Iglesia, «ante las personas que viven situaciones familiares difíciles o irregulares, debe reflejar la mirada de misericordia con la que el Padre celestial mira y ama a cada uno de sus hijos». Como dice el Papa Francisco en el documento programático de su pontificado, la Exhortación Evangelii gaudium, 47, «la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».
El Sínodo se agachará ante las heridas de las personas que ven cómo su matrimonio se ha roto, o cómo su corazón no ha podido amar o ser amado para siempre. Por este motivo, el Documento de trabajo afirma: «La verdadera urgencia pastoral es permitir a estas personas que curen sus heridas, vuelvan a ser personas sanas y retomen el camino junto a toda la comunidad eclesial. La misericordia de Dios no provee una cobertura temporal de nuestro mal, al contrario, abre radicalmente la vida a la reconciliación, dándole nueva confianza y serenidad, mediante una auténtica renovación. La pastoral familiar, lejos de cerrarse en una mirada legalista, tiene la misión de recordar la gran vocación al amor a la que la persona está llamada, y de ayudarla a vivir a la altura de su dignidad».
¿Divorcio católico?
Por tanto, y aclarando una de las confusiones típicas, este Sínodo no discutirá acerca de un supuesto divorcio católico, un expediente que permitiría a una persona volverse a unir en nupcias en comunión con la Iglesia y con la novia vestida de blanco. Como explica monseñor Forte, «la medicina de la misericordia nunca busca favorecer los naufragios, sino siempre y únicamente salvar la barca en el mar en tempestad y dar a los náufragos la acogida, el cuidado y el apoyo necesarios. Si no se comprende esta intención fundamental, se interpretará de manera equivocada todo lo que diga el Sínodo sobre la situación de los separados, de los divorciados, de los divorciados vueltos a casar, de las convivencias, de las uniones de hecho, o de las uniones entre personas del mismo sexo», aclara. El debate que está sobre la mesa, pues, no es la bendición del divorcio, sino la atención que la Iglesia está llamada a brindar a los divorciados vueltos a casar, u otras personas en situaciones irregulares. Es una cuestión de atención pastoral, no de teología.
Esta relación tiene muchas manifestaciones; ahora bien, el debate se concentra en la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a la Comunión. Será sin duda uno de los debates del Sínodo. Sean cuales sean las conclusiones, no significará en ningún momento la relativización del Evangelio ni de la doctrina milenaria de la Iglesia, sobre la cual Francisco aclara que «la Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (Evangelii gaudium, 80). Y, en esa misma Exhortación apostólica, añade: «Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dadles vosotros de comer!»



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