«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


27 de noviembre de 2014

VIVIR CON ESPERANZA SIN CEDER A LA DEPRESIÓN ANTE EL MAL


 (RV).- Incluso en medio de tantas dificultades, que el cristiano no ceda a la depresión. Lo subrayó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en que también advirtió que la “corrupción” y la “distracción” nos alejan del encuentro con el Señor.

Babilonia y Jerusalén. En su homilía Francisco se inspiró en estas dos ciudades de las que habla la Primera Lectura tomada del Apocalipsis y del Evangelio de San Lucas. El Papa subrayó que ambas lecturas llaman nuestra atención sobre el fin del mundo. Y para meditar – notó –  nos habla de la “caída de dos ciudades que no han acogido al Señor, que se han alejado” de Él. La caída de estas dos ciudades –  precisó el Santo Padre –  “se produce por motivos diferentes”.

Babilonia es el “símbolo del mal, del pecado” y “cae por corrupción”, se “sentía dueña del mundo y de sí misma”. Y cuando “se acumula el pecado – dijo Francisco – se pierde la capacidad de reaccionar y uno comienza a degradarse”. Por otra parte, así sucede también con las “personas corruptas, que no tienen fuerza para reaccionar”:

“Porque la corrupción te da alguna felicidad, te da poder y también te hace sentir satisfecho de ti mismo: no deja espacio para el Señor, para la conversión. La ciudad corrupta... Y esta palabra, ‘corrupción’ hoy nos dice tanto a nosotros: no sólo corrupción económica, sino corrupción con tantos pecados diversos; corrupción con ese espíritu pagano, con ese espíritu mundano. ¡La peor corrupción es el espíritu de la mundanidad!”

Esta “cultura corrupta” – añadió el Papa – “te hace sentir como en el Paraíso aquí, pleno, abundante”, pero “dentro, esa cultura corrupta es una cultura putrefacta”. En el símbolo de esta Babilonia – reflexionó Francisco – “está toda sociedad, toda cultura, toda persona alejada de Dios, incluso alejada del amor al prójimo, que termina por pudrirse”. Y añadió que Jerusalén “cae por otro motivo”. Jerusalén es la esposa del Señor, pero no se da cuenta de las visitas del Esposo, “ha hecho llorar al Señor”:

“Babilonia cae por corrupción; Jerusalén por distracción, por no recibir al Señor que viene a salvarla. No se sentía necesitada de salvación. Tenía los escritos de los profetas, de Moisés y esto le bastaba. ¡Pero escritos cerrados! No dejaba espacio para ser salvada: ¡tenía las puertas cerradas para el Señor! El Señor llamaba a la puerta, pero no había disponibilidad para recibirlo, para escucharlo, para dejarse salvar por Él. Y cae…”

Estos dos ejemplos – observó el Papa –  “nos pueden hacer pensar en nuestra vida”: ¿somos semejantes a la “corrupta y suficiente Babilonia” o a la “distraída” Jerusalén? Sin embargo – subrayó – “el mensaje de la Iglesia en estos días no termina con la destrucción: en ambos textos, hay una promesa de esperanza”. Jesús –  afirmó –  nos exhorta a levantar la cabeza, a no dejarse “asustar por los paganos”. Estos –  dijo –  “tienen su tiempo y debemos soportarlo con paciencia, como ha soportado el Señor su Pasión”:

“Cuando pensemos en el fin, con todos nuestros pecados, con toda nuestra historia, pensemos en el banquete que gratuitamente nos será dado y levantemos la cabeza. Ninguna depresión: ¡esperanza! Pero la realidad es fea: hay tantos, tantos pueblos, ciudades y gente, tanta gente, que sufre; tantas guerras, tanto odio, tanta envidia, tanta mundanidad espiritual y tanta corrupción. ¡Sí, es verdad! ¡Todo esto sucederá! Pero pidamos al Señor la gracia de ser preparados para el banquete que nos espera, con la cabeza siempre levantada”.


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