«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


16 de mayo de 2015

LA GUERRA CONTRA LA MATERNIDAD EN NOMBRE DE LA «MADRE TIERRA»

TRIBUNA ABIERTA

Los bebés por nacer no contaminan a nadie. Al fin y al cabo, como decía Shakespeare, «El mundo necesita ser poblado».
Frecuentemente me encuentro con personas que pretenden justificar el aborto forzado, la esterilización y los anticonceptivos, porque, según ellos: “Nosotros (los seres humanos) estamos destruyendo el planeta”. Estas personas ven a la gente como si fuesen contaminantes y dicen que es “necesario” violar el derecho a la reproducción para “proteger” el planeta de los seres que lo expropian. Esa “lógica” es intrínsecamente falaz.
Pongámoslo de esta manera. Cuál de lo siguiente debe ser controlado: ¿el óxido nitroso, el metano, el homo sapiens o el dióxido de carbono? La respuesta de estas personas es obvia: “Homo sapiens”.
Sin embargo, la mujer embarazada no produce óxido nitroso. El parto no genera metano. Un bebé recién nacido realmente respira dióxido de carbono, sin embargo, esto no es un contaminante en absoluto, sino un oligogás del cual la mayor parte de la vida depende.
Es cierto, cualquier niño que nazca puede crecer y convertirse en un contaminador notorio, tal como puede llegar a crecer, y, digamos, convertirse en una persona imprudente al conducir bajo la influencia del alcohol, poniendo en peligro la vida de los demás. Pero tales comportamientos no son conclusiones conocidas de antemano. A diferencia del óxido nitroso, el metano, o el dióxido de carbono, los seres humanos tienen libre albedrío.
Simple y sencillamente no es cierto que más gente genere más contaminación. EEUU tiene hoy en día el doble de habitantes que en el inicio de los años setenta. Sin embargo, los cielos sobre nuestras ciudades principales son más claros hoy que lo que eran hace medio siglo. La razón de ello se debe a que los motores de combustión internos que impulsan nuestros automóviles ya no arrojan miles de toneladas de partículas, dióxido de azufre, u otros agentes contaminantes al medio ambiente cuando conducimos. Y ello a su vez se debe a que hemos tomado la decisión consciente de cambiar el limpiador que quema el combustible y de instalar catalizadores situados debajo de nuestros motores.
Como este ejemplo lo sugiere, la contaminación es creada por comportamientos humanos particulares, como la combustión incompleta de combustibles fósiles o el rociar indiscriminadamente pesticidas dañinos. Lo anterior puede ser corregido cambiando ese comportamiento. El reducir el número de bebés por nacer no solucionaría estos ni otros problemas del medio ambiente.
Nadie podría asegurar que cada bebé que nazca en un hogar donde se conoce la tecnología de las computadoras llegará a convertirse en un terrorista cibernético. Sin embargo, hay quienes parecen creer que cada bebé humano que nace se desarrollará en un productor de residuos, en un asesino de osos polares o en un eco-terrorista destructor de la naturaleza. Ello es totalmente irracional. No hay duda de que algunos bebés lamentablemente crecerán para convertirse en delincuentes que vierten en secreto aguas residuales crudas en estuarios frágiles. Pero también es indudable que muchos otros se convertirán en personas responsables que cultivarán en sus huertos caseros sus propias verduras o en otros lugares adecuados. Nadie podría garantizar que cualquier bebé que crezca se convertirá en un buen ecologista, como tampoco nadie puede garantizar que un bebé cualquiera pueda llegar a desarrollarse en un adulto feliz y estable.
Pero es cierto que –gracias a los avances tecnológicos, a las regulaciones ambientales razonables y a la auténtica educación– hemos podido lograr grandes avances en las décadas recientes. Grandes masas de población pueden tener un impacto medioambiental mucho menor que poblaciones mucho más pequeñas de hace un siglo o dos. El control de la población no desempeña parte alguna en estos éxitos.
Desafortunadamente, no todo el mundo ha recibido este mensaje. La tesis anti-gente es de seguir insistiendo en que los bebés equivalen a contaminación. El movimiento en pro del control demográfico sigue recibiendo miles de millones de dólares de financiamiento cada año. La fecundidad de las mujeres sigue siendo atacada en nombre del medio ambiente y del “desarrollo sostenible”.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) sigue siendo un promotor de la política del gobierno chino de un solo hijo por familia, desentendiéndose de los abortos y las esterilizaciones forzadas. El UNFPA continúa distribuyendo 40 millones de dosis del inyectable Depo-provera cada año a una insospechada cantidad de mujeres, a pesar del hecho de que este producto es tan inseguro que la agencia del gobierno de EEUU que se encarga de la regulación de fármacos y alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) no recomienda su uso.
En la India todavía se esterilizan a más de 4 millones de mujeres anualmente en virtud de un sistema de esterilización estatal, que hace caso omiso al aumento de la mortalidad de las mujeres que han fallecido en este tipo de campañas. Y las naciones desarrolladas –entre ellas EEUU– siguen financiando estos programas en el nombre de una mítica “población sostenible”, haciendo caso omiso a las masivas violaciones de los derechos humanos que éstos entrañan.
Estamos de acuerdo con que la contaminación constituye una ofensa contra los seres humanos. Aquellos que arbitraria e incivilmente contaminan el agua que bebemos y el aire que respiramos ponen en peligro al resto de nosotros, tanto a los que viven como a los que vendrán más tarde.
Pero también insistimos en que el aborto y la esterilización forzados, y el uso de anticonceptivos forzados constituyen una grave violación de los derechos humanos. Estas acciones nunca serán justificadas, menos aún de la manera irracional con que alegan que son “necesarias” para “proteger el medio ambiente” [1].
Esperamos con ansia un mejor futuro donde nuestros hijos y nietos puedan disfrutar de un planeta con aire puro, agua limpia y una frondosa vegetación. En EE.UU., al igual que en otros países, se han logrado grandes avances hacia la realización de ese futuro.
Sin embargo, esperamos y elevamos nuestras plegarias para que nuestros hijos y nietos crezcan en un mundo sin control demográfico. Estamos trabajando para que llegue ese día, un día en el cual ellos sean valorados por sí mismos y no sean vistos por los ambientalistas extremistas como una “amenaza” a su descabellado “sueño” de un mundo sin personas.
Al fin y al cabo, como decía Shakespeare, “El mundo necesita ser poblado”.
Steven W. Mosher y Anne Morse
Fuente: infoCatólica

Notas:
[1] Nota de VHI: El aborto, la esterilización directa y la anticoncepción son actos intrínseca y gravemente malos, cosa que el autor, de conocida trayectoria auténticamente provida, está convencido. Sin embargo, su objetivo en este artículo es denunciar la atrocidad que constituye el pretender obligar a la gente a abortar, a ser esterilizada o a usar anticonceptivos para “proteger” al medio ambiente.

Tomado de Viva Chile. Este artículo fue publicado originalmente por Population Research Institute, http://lapop.org.

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