«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


7 de junio de 2015

LA EUCARISTÍA, FUENTE DE AMOR PARA LA VIDA DE LA IGLESIA, ES ESCUELA DE CARIDAD Y DE SOLIDARIDAD, EL PAPA EN EL ÁNGELUS





Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Hoy se celebra en muchos Países, entre los cuales Italia, la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, o, según la más conocida expresión latina, la solemnidad del Corpus Domini.
El Evangelio presenta el relato de la institución de  la Eucaristía, cumplida por Jesús durante la Última Cena, en el cenáculo de Jerusalén. La víspera de su muerte redentora sobre la cruz, Él realizó aquello que había anunciado: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…  El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6,51.56), así dijo el Señor. Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo» (Mc 14,22). Con este gesto y con estas palabras, Él asigna al pan una función que no es más aquella del simple nutrimiento físico, sino aquella de hacer presente a su Persona en medio de la comunidad de los creyentes.
La Última Cena representa el punto de llegada de toda la vida de Cristo. No es solamente anticipación de su sacrificio que se cumplirá sobre la cruz, sino también síntesis de una existencia ofrecida para la salvación de la humanidad entera. Por lo tanto, no basta afirmar que en la Eucaristía está presente Jesús, sino que se debe ver en ella la presencia de una vida donada y de ella tomar parte. Cuando tomamos y comemos aquel Pan, nosotros venimos asociados a la vida de Jesús, entramos en comunión con Él, nos comprometemos en realizar la comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todo a los más pobres.
La fiesta de hoy evoca este mensaje solidario y nos empuja a  recibir la íntima invitación a la conversión y al servicio, al amor y al perdón. Nos estimula a convertirnos, con la vida, en imitadores de aquello que celebramos en la liturgia. El Cristo, que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que nos sale al encuentro en los eventos cotidianos; está en el pobre que extiende la mano, está en el sufriente que implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está en el niño que no sabe nada de Jesús, de la salvación, que no tiene fe. Está en todo ser humano, también en el más pequeño e indefenso.
La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo no puede permanecer indiferente ante aquellos que no tiene el pan cotidiano. Y hoy - lo sabemos- es un problema cada vez más grave.
Que la fiesta del Corpus Domini inspire y alimente cada vez más en cada uno de nosotros el deseo y el compromiso por una sociedad receptiva y solidaria. Depongamos estos deseos en el corazón de la Virgen María, Mujer eucarística. Ella suscite en todos la alegría de participar a la Santa Misa, especialmente el domingo, y el valor alegre de testimoniar la infinita caridad de Cristo.
(Raúl Cabrera, Radio Vaticano)
Palabras del Papa Francisco después del rezo del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
Leo allí: Bienvenido... ¡gracias! Porque, ayer fui a Sarajevo, en Bosnia y Herzegovina, como peregrino de paz y esperanza. Sarajevo es una ciudad-símbolo. Durante siglos ha sido un lugar de convivencia entre pueblos y religiones, tanto, de ser llamada la “Jerusalén de Occidente”. En el pasado reciente se ha convertido en un símbolo de las destrucciones y de la guerra. Ahora se encuentra en un bello proceso de reconciliación, y sobre todo por eso he ido: para alentar este camino de convivencia pacífica entre pueblos diferentes; un camino cansador, difícil, ¡pero posible! ¡Y lo están haciendo bien! Renuevo mi reconocimiento a las Autoridades y a todos los ciudadanos por la cálida acogida. Doy las gracias a la comunidad católica, a la que he querido llevar el afecto de la Iglesia universal, y agradezco también en particular a todos los fieles, ortodoxos, musulmanes, judíos y a los de las otras minorías religiosas. He apreciado el compromiso de colaboración y solidaridad entre estas personas que perteneces a religiones diferentes, instando a todos a llevar adelante la obra de reconstrucción espiritual y moral de la sociedad. Trabajan juntos como verdaderos hermanos. Que el Señor bendiga a Sarajevo y Bosnia y Herzegovina.
El próximo viernes, es la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Pensemos en el amor de Dios… ¡cómo nos ha amado! En el corazón de Jesús está todo este amor. Se celebra también el Día Mundial contra el trabajo Infantil. Muchos niños en el mundo no tienen la libertad de jugar, de ir a la escuela y terminan siendo explotados como mano de obra. Espero el compromiso atento y constante de la Comunidad internacional para la promoción del reconocimiento activo de los derechos de la infancia.
Y ahora saludo a todos ustedes, queridos peregrinos de Italia y de diversos países. Veo banderas de diferentes países; en particular, saludo a los fieles de Madrid, Brasilia y Curitiba; y los de Chiavari, Catania y Gottolengo (Brescia). Les deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.
(Griselda Mutual, Radio Vaticano)


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