«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


10 de junio de 2015

Papa Francisco: una Iglesia en camino con las familias


Consoliden la Pastoral familiar, escuchen y guíen sus sacerdotes, formen los laicos, para que sean colaboradores del anuncio de la Buena Nueva en la sociedad en la que viven, y apoyen la actividad misionera de sus comunidades cristianas, en las periferias existenciales. Son las invitaciones que el Papa Francisco dirigió a los obispos de Puerto Rico, recibidos en su “visita ad límina”.
 Los graves problemas sociales, desde la crisis económica a la migración, de la violencia doméstica al desempleo, amenazan la familia también en la isla caribeña, y el Papa ha llamado la atención de los obispos sobre el valor y la belleza del matrimonio.  La complementariedad del hombre y la mujer, vértice de la creación divina, está siendo cuestionada por la llamada ideología de género, en nombre de una sociedad más libre y más justa.
Las diferencias entre hombre y mujer no son para la contraposición o subordinación, sino para la comunión y la generación, siempre a «imagen y semejanza» de Dios. Sin la mutua entrega, ninguno de los dos puede siquiera comprenderse en profundidad (cf. Audiencia general, 15 abril 2015). El sacramento del matrimonio es signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su Esposa, la Iglesia. Cuiden este tesoro, uno de los «más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños» (Aparecida, 433).

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