«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


14 de diciembre de 2017

PAPA: DEJARSE CONSOLAR POR EL SEÑOR, NO A QUEJAS NI RENCORES

El núcleo de la invitación que hizo el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el segundo lunes de diciembre. El Santo Padre reflexionó sobre la Primera Lectura tomada del Profeta Isaías (Is 35, 1-10) en la que el Señor promete a su pueblo la consolación.
El Señor ha venido a consolarnos
“El Señor ha venido a consolarnos”, reafirmó el Papa. El mismo San Ignacio “nos dice que es bueno contemplar el oficio de consolador de Cristo “paragonándolo al modo con que algunos amigos consuelan a los demás. Y, después, basta pensar en la mañana de la Resurrección en el Evangelio de Lucas cuando Jesús se aparece a los apóstoles y era tanta la alegría que no podían creerlo. “Muchas veces – afirmó Francisco – el consuelo del Señornos parece una maravilla”.
“Pero no es fácil dejarse consolar; es más fácil consolar a los demás que dejarse consolar. Porque tantas veces nosotros estamos apegados a lo negativo, estamos apegados a la herida del pecado dentro de nosotros y, muchas veces, preferimos permanecer allí, solos, o sea en la cama, como aquel del Evangelio, aislados, allí, y no levantarnos. “Levántate” es la palabra de Jesús, siempre: “Levántate”.
El problema – explicó el Papa Bergoglio – es que en lo “negativo somos patrones”, porque tenemos dentro la herida del pecado mientras “en lo positivo somos mendicantes” y no nos gusta mendigar el consuelo.
Jonás: Premio Nobel de las quejas
Para explicar esto el Pontífice puso dos ejemplos: cuando se prefiere “el rencor” y “cocinamos nuestros sentimientos” en el caldo del resentimiento, cuando hay “un corazón amargo”, cuando nuestro tesoro es nuestra amargura. Su pensamiento fue al paralítico de la piscina de Siloé: 38 años con su amargura diciendo que cuando se movían las aguas, nadie lo ayudaba. “Para estos corazones es mejor lo amargo que lo dulce”. Tanta gente lo prefiere, notó Francisco: “Raíz amarga”, “que nos lleva con la memoria al pecado original. Y éste es precisamente un modo para no dejarse consolar.
También en las quejas hay cosas contradictorias
Después está la amargura que “siempre nos conduce a expresiones de quejas”: los hombres que se quejan ante Dios en lugar de alabarlo: quejas como música que acompaña la vida. El pensamiento del Papa se centró en Santa Teresa que decía: “Atención a la monja que dice: ‘Me han hecho una injusticia, me han hecho una cosa no razonable’”. Y después, aludió al profeta Jonás, a quien el Papa Francisco definió: “Premio Nobel de las quejas”. Huyó de Dios porque se lamentaba de que Dios le habría hecho algo. Después terminó ahogado y engullido por el pez y después volvió a la misión. Y en lugar de alegrarse por la conversión de la gente, se lamentaba porque Dios la salvaba. “También en las quejas hay cosas contradictorias”, añadió el Pontífice antes de relatar que había conocido a un buen sacerdote, pero que se quejaba de todo: “Tenía la característica de encontrar la mosca en la leche”:
“Era un buen sacerdote. Decían que en el confesionario era tan misericordioso, ya era anciano y sus compañeros de presbiterio decían cómo habría sido su muerte y cuando habría ido al cielo. Decían: “Lo primero que dirá a San Pedro, en lugar de saludarlo, es: ‘¿Dónde está el infierno?’. Siempre lo negativo. Y que San Pedro le mostraría el infierno. Y una vez visto…: ‘¿Pero cuántos condenados hay? - ‘Sólo uno’- ‘Ah, qué desastre la redención’… Siempre... sucede esto. Y ante la amargura, el rencor, las quejas, la palabra de la Iglesia de hoy es ‘coraje’, ‘coraje’”.
En efecto, Isaías invita al coraje porque Dios – recordó Francisco – “viene a salvarnos”. De manera que el pensamiento del Papa se dirigió el Evangelio del día (Lc 5, 17-26): cuando algunas personas van sobre el techo – porque había mucha gente – y bajan al paralítico para ponerlo delante de Jesús. No pensaron que estaban los escribas u otros, sino que sólo querían la curación de aquel hombre.
Dejarse consolar por el Señor
El Papa Francisco concluyó su homilía afirmando que el mensaje de la Liturgia del día es el de “dejarse consolar por el Señor”.
“Y no es fácil porque para dejarse consolar por el Señor debemos despojarnos de nuestros egoísmos, de aquellas cosas que son el propio tesoro, ya sea la amargura, o las quejas, o tantas cosas. Nos hará bien hoy, a cada uno de nosotros, hacer un examen de conciencia: ¿cómo es mi corazón? ¿Tengo alguna amargura allí? ¿Tengo alguna tristeza? ¿Cómo es mi lenguaje? ¿Es de alabanza a Dios, de belleza, o siempre de quejas? Y pedir al Señor la gracia del coraje, porque en el coraje Él viene a consolarnos. Y decir: Señor, ven a consolarnos”.




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